El de Madrid es el mío. Lo he visitado unas cuantas veces. No es ni demasiado grande, ni demasiado pequeño, pero siempre me pierdo buscando mi árbol preferido: el gingko biloba.
Raras veces lo encuentro, pero si consigo dar con este fósil viviente -y es otoño-, me llevo un par de sus maravillosas hojas amarillas con forma de abanico. Una me la quedo y la otra se la regalo a alguien especialmente querido. Le digo que trae buena suerte... y tengo la absoluta certeza de que es cierto (todos tenemos pequeños amuletos, aunque no reconozcamos ser supersticiosos).
Después de la bomba atómica de Hiroshima, fue uno de los pocos árboles que quedó en pie en las cercanías del epicentro, por lo que se lo conoce como portador de esperanza. Una de las cosas que más me sorprendieron de mi reciente viaje a Nueva York fue la cantidad de ginkgos que vimos por sus calles. Supongo que los habitantes de la Gran Manzana necesitan mucha buena suerte para sobrevivir a los embates diarios de su duro quehacer cotidiano.
...cae la tarde y me olvidé otra vez de tomar una determinación... Siempre que paso cerca de mi jardín botánico no puedo evitar comenzar a canturrear la canción de Radio Futura ¡Una canción también muy rara! (y el vídeo aún más).
Fuente: Wikipedia
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